Cuenta el mito de Apolo y Dafne que Apolo quiso competir con
Eros en el arte de lanzar flechas. Eros, molesto por la arrogancia de Apolo,
ideó vengarse de él y para ello le arrojó una flecha de oro, que causaba un
amor inmediato a quien hiriere. Otro disparo hirió a la ninfa Dafne con una flecha
de plata, que causaba el rechazo amoroso. Así que cuando Apolo vio un día a
Dafne se sintió herido de amor y se lanzó en su persecución. Pero Dafne, que
sufría el efecto contrario, huyó de él. Y la ninfa corrió y corrió hasta que
agotada pidió ayuda a su padre, el río Peneo, el cual determinó convertir a
Dafne en laurel. Cuando Apolo alcanzó a Dafne, ésta iniciaba la transformación:
su cuerpo se cubrió de dura corteza, sus pies fueron raíces que se hincaban en
el suelo y su cabello se llenó de hojas. Apolo se abrazó al árbol y se echó a
llorar. Y dijo: «Puesto que no puedes ser mi mujer, serás mi árbol predilecto y
tus hojas, siempre verdes, coronarán las cabezas de las personas en señal de
victoria».
Como dato extra, este precioso soneto de el poeta español Garcilaso de la Vega basado en el mito de Dafne:
A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se
mostraban;
en verdes hojas vi que se
tornaban
los cabellos qu'el oro
escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun
bullendo 'staban;
los blancos pies en tierra se
hincaban
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer
hacía
este árbol, que con lágrimas
regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que
lloraba!
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